Otras Lecturas

Iglesia San Ignacio

 

8 De Junio De 2025

 

 

 

El Espíritu presente en el inicio de la vida pública de Jesús, está presente también en el inicio de la actividad misionera de la Iglesia, y también en la vida de todo cristiano. Ese Espíritu es el portador del don de la paz, y es el mensajero del perdón y del amor del Señor.

 

ORACIÓN COLECTA


Oh Dios, que por tu misterio de Pentecostés santificas a tu Iglesia, extendida por todas las naciones, derrama los dones de tu Espíritu sobre todos los confines de la tierra y no dejes de realizar hoy, en el corazón de tus fieles, aquellas mismas maravillas que obraste en los comienzos de la predicación evangélica.
Por nuestro Señor Jesucristo.

 

PRIMERA LECTURA: Hch 2:1-11


La primera lectura nos relata la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos de Jesús. Escuchemos el relato recordando que también nosotros hemos recibido el Espíritu Santo. También a nosotros nos envía el Espíritu a proclamar la buena noticia de la salvación.

SALMO RESPONSORIAL: Sal 104:1 y 24, 29-30, 31 y 34
R/ ENVÍA TU ESPÍRITU, SEÑOR,
Y REPUEBLA LA FAZ DE LA TIERRA. ALELUYA.

  1. ¡Bendice, al Señor, alma mía!
    ¡Eres muy grande, oh Señor, mi Dios!
    ¡Señor, qué numerosas son tus obras!
    ¡de tus criaturas la tierra está repleta! R/

  2. Si escondes tu cara, quedan anonadados,
    recoges su espíritu, expiran y retornan a su polvo.
    Si envías tu espíritu, son creados
    y así renuevas la faz de la tierra. R/
  3. ¡Que la gloria del Señor dure por siempre
    y en sus obras el Señor se regocije!
    Ojalá que le agrade mi poema,
    yo, como sea, me alegro en el Señor. R/

 

SEGUNDA LECTURA: Rm 8:8-17


Ser hijos de Dios es vivir como Jesús, es dejarnos guiar por su Espíritu y compartir su suerte.

 

SECUENCIA


1.
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

2.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

3.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.

4.
Riega la tierra en sequía;
sana el corazón enfermo;
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo;
doma el espíritu indómito;
guía al que tuerce el sendero.

5.
Reparte tus siete dones
según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

 

ALELUYA

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor.
Aleluya, aleluya. R/

 

EVANGELIO SEGUN SAN JUAN: Jn 14:15-16, 23-26

El Espíritu guía a los discípulos de Jesús para que puedan continuar su misión: la misión de sanar a los enfermos, consolar a los tristes, reconciliar a los hombres entre ellos y con Dios. Pidamos la gracia de ser siempre fieles a la voz del espíritu de Dios.

 

Comentario Al Evangelio

La experiencia de los primeros testigos de la fe nos hace ver que el amor de Dios, que en Jesús había manifestado toda su fuerza salvadora, sigue actuando en el corazón de la comunidad y en cada uno de los que siguen a Jesús. El mismo amor que existe entre Jesús y su Padre, y que constituye el ser mismo de Dios, se desborda –por así decir– y llega a nosotros como la nueva forma, misteriosa pero real, en que Cristo sigue haciéndose presente, continuando su obra en el mundo. A ese amor lo llamamos Espíritu Santo, tercera persona del Dios Trinidad, “amor que ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5,5).

Jesús habló con insistencia del Espíritu Santo que él enviaría al volver a su Padre. Le llamó Paráclito –defensor y consolador– (Jn 14,16.25; 15,26; 16,7) y también Espíritu de la verdad (Jn 14,17; 15,26; 16,13), que asistirá a sus discípulos en los peligros y los llevará al conocimiento de la verdad plena, convirtiéndolos en “testigos” (15,27). Este Espíritu, que es amor, nos hace comprender y, sobre todo, recordar, es decir, conocer con el corazón todo lo que Jesús nos dijo.

Vivimos del recuerdo vivo de Jesús. El ser humano vive de lo que recuerda, de lo que guarda en su corazón. Por eso es importante la memoria: porque lo que no se recuerda, ya no existe. El Espíritu Santo mantiene en nosotros la memoria de Jesús, que es lo mismo que decir, mantiene a Cristo vivo, actuante en la vida de los que siguen sus enseñanzas. Por eso lo reconocemos en la fuerza interior que da dinamismo al mundo, que no ceja de empujar para que todo crezca y se multiplique la vida, que alienta todo el despliegue histórico en dirección del amor, la justicia, la paz y el bien en su plenitud.

Según san Pablo, “los frutos del Espíritu son amor, alegría, paz, tolerancia, amabilidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio de sí mismo” (Gal 5,22s). Así sabemos que es propio del Espíritu del Señor darnos paz, confianza, libertad y amor sincero; y que todo espíritu de inquietud, de división, de estrechez de miras y amargura no procede de él, sino de nuestra confusión interior o de la oscuridad del mundo.

El Espíritu Santo es consolador: está con quien se siente solo y da fuerza para enfrentar la desolación, la sequedad y el sentimiento de impotencia. Espíritu de vida, nos hace crecer en fe, esperanza y amor, en el servicio generoso y en la oración; ordena nuestro interior y aleja de nosotros la confusión, la inclinación a cosas bajas, la desconfianza y el sentimiento de estar lejos de Dios.

Sabemos, por eso, que ni siquiera en los momentos de mayor soledad y abandono, estamos dejados de la mano de Dios; pues, aun cuando no lo sintamos, el Espíritu Santo grita en nosotros: Abba, Padre. Intercede por nosotros con gemidos inexpresables. Nos consagra a Cristo, graba en nosotros el sello del amor de Dios y nos da la garantía de la vida eterna. Actúa en lo íntimo de nosotros como anhelo insaciable de la felicidad propia del amor, como fuente de aguas vivas que brota en el corazón y salta hasta la vida eterna.

Por eso le pedimos desde el fondo del alma: Sí, ven Espíritu divino, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Aclara nuestras mentes y afina nuestra capacidad espiritual para que sepamos discernir tus inspiraciones en nosotros mismos y en la historia que vivimos. Ven, huésped bueno del alma; danos tu luz, infunde calor y fervor a nuestra vida cristiana; haznos semejantes a Jesús.

 

P. Carlos Cardó SJ

Tomado de: Jesuitas Liturgia