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Semana Santa 2024

Decimoquinto Domingo Del Tiempo Ordinario

14 de Julio de 2019

TEXTOS BIBLICOS PARA LA LITURGIA EUCARÍSTICA

Los mandamientos de Dios están escritos en el corazón de todo hombre para tenerlos siempre presentes y practicarlos. El evangelio nos enseña la ley por excelencia del cristiano y cómo ponerla en práctica. Y Cristo, el Buen Samaritano por excelencia, viene de lo alto, se acerca amorosamente a la humanidad caída, y nos enseña el modo práctico de cumplir esta ley humana y cristiana.

 

ORACION

Padre misericordioso: Jesús, tu hijo, invitó a ir hacia ti a este mundo nuestro que, perdiendo el calor humano no busca de corazón el amor auténtico. Haz que nosotros acojamos con sinceridad la palabra que hoy Cristo nos comunica. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen


PRIMERA LECTURA: Dt 30:10-14

Moisés pide a su pueblo que elija entre dos caminos: el del bien y el del mal. El camino del bien puede parecer pesado y difícil, pero no lo es. Cuando el hombre es sincero consigo mismo y con Dios, reconoce que esta ley está inscrita en su corazón y es posible de cumplir.


SALMO RESPONSORIAL: Sal 69:14, 31 y 33, 36-37

R/ LAS ORDENANZAS DEL SEÑOR SON RECTAS Y PARA EL CORAZÓN SON ALEGRIA

  1. La Ley del Señor es perfecta,
    Es remedio para el alma,
    Toda declaración del Señor es cierta
    y da al sencillo la sabiduría R/
     
  2. Las ordenanzas del Señor son rectas
    Y para el corazón son alegría.
    Los mandamientos del Señor son claros
    Y son luz para los ojos. R/
     
  3. El temor del Señor es un diamante,
    Que dura para siempre;
    Los juicios del Señor son verdad,
    Y todos por igual se verifican. R/


SEGUNDA LECTURA: Col 1:15-20

Pablo nos recuerda quién es Cristo y cuál ha sido su obra en favor nuestro. Cristo, imagen del Dios invisible es también el camino a seguir por la Iglesia. En Cristo se revela nuestro verdadero nombre.


ACLAMACION DEL EVANGELIO Jn 6:63 y 68

Aleluya, aleluya Tus palabras, SE´pr, son espíritu y vida; tú tienes palabras de vida eterna. Aleluya.


EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS: Lc 10:25-37

La parábola del Buen Samaritano es un relato de las reacciones humanas ante el sugrimiento ajeno. Todos nos vemos retratados en alguno de sus personajes. Es también un ejemplo de lo que Jesús, el buen samaritano, hace con cada uno de nosotros.

 

TEMA: AMOR A DIOS Y AMOR AL PRÓJIMO


Este domingo nos habla de los mandamientos que según Jesús resumen toda la Ley: amor a Dios con todo el corazón, con todas las fuerzas y amor al prójimo como a sí mismo.

Según el orden natural sería de abajo arriba, o sea primero amarse a sí mismo, que quiere decir aceptarse como uno es: con virtudes y defectos. Segundo, amar al prójimo como es, al que vemos y tenemos en frente. Y tercero, amar a Dios a quien no vemos.

Pero según el orden sobrenatural y de la gracia, de arriba abajo, o sea amar a Dios primero, quien nos dará las fuerzas para amar luego al prójimo y finalmente a sí mismo, aceptándose.

Se trata de un encuentro de “sujetos”, no de uno con “objetos”. Por supuesto que Dios no es “un objeto”, pero a veces tratamos a las demás personas como objetos y no como los “sujetos” que son. Acercarse al prójimo, no es tratarlo como de lejos. Lejos de nuestro camino de intereses, gustos, ideas, programas, simpatías. El prójimo se hace próximo, o sea cercano, cuando nosotros nos acercamos a él. Y entonces le estamos diciendo “lo mío es tuyo”. En la parábola del Buen Samaritano que cuenta Jesús, el lema de los ladrones que asaltaron al viajero, era “lo tuyo es mío”: tu dinero, tu cabalgadura, tus bienes. Pero el lema del buen samaritano es: lo mío: mi tiempo, no compasión, mi vino y aceite, mis vendas, mi cabalgadura, mi dinero es tuyo.

San Agustín dijo que Jesús es el modelo del buen samaritano. El hombre asaltado por los bandidos representa a Adán y con él a todos nosotros. Nos asalta el enemigo, el diablo, nos deja mal heridos por el pecado original, y entonces las figuras del sacerdote y del levita que pasan por el lado del herido, por la otra cuneta de enfrente y no hacen nada, simbolizan: el sacerdote, al sacerdocio del Antiguo Testamento: que ofrecían animales cuya sangre no nos salva porque los animales son inferiores al hombre; y el levita simboliza a la Ley, que, aunque la conozcamos mentalmente, tampoco nos salva. Solamente Jesucristo es nuestro Salvador, quien, con su vino y aceite, que representan los sacramentos del bautismo y eucaristía, nos lava y unta y luego nos conduce a la Iglesia que es la posada en el camino. Todo esto dice San Agustín.

Lo mismo dice Orígenes cuando comentando este evangelio de S. Lucas dice: “el hombre es Adán; Jerusalén, el paraíso; Jericó, el mundo; los ladrones, las potencias del mal; el sacerdote, la ley; el levita, los profetas; el samaritano, Cristo. Las heridas son la desobediencia; la montura, el cuerpo del Señor...En cuanto a la promesa de que el samaritano volverá, prefiguraba la segunda venida del Salvador...Este Samaritano lleva nuestros pecados y sufre por nosotros, transporta al moribunda y lo conduce al albergue –es decir a la iglesia-, que acoge a todos los hombres y a nadie niega su auxilio, porque Jesús abra sus puertas a todos al decir: Venid a mí todos los que trabajáis y estáis fatigados, y yo os aliviaré. Y no desapareció inmediatamente después de haberlo introducido en la posada, sino que se queda en ella un día con el moribundo, y cura sus heridas no solo en el día, sino también durante la noche, dedicándole toda su solicitud y sus cuidados...En verdad, este guardián de las almas estuvo más cercano que la Ley y los Profetas y se mostró como prójimo suyo, no tanto de palabra como de obra”-

Hacerse prójimo es “compartirlo todo”. Por eso quiero terminar con una poesía de María Teresa de la Inmaculada Reyero, poesía del 2004, titulada:

 

COMPARTIR

Compartir es muy bello y muy humano,
compartir generosa, amablemente;
compartir con amor el fuego ardiente
con el que sin calor vive lejano.
Compartir con el hombre que es tu hermano,
tu vestido y tu pan tierno y caliente;
compartir tu amistad alegremente,
pues todos necesitan de tu mano.
¡Que los otros se sientan más dichosos!,
que ayuda con impulsos generosos
el tener una mano siempre amiga.
¿Sabes tú quien mandó tener cuidado
del pobre, del que sufre o se fatiga?
¡Un maestro inmortal!, ¡Dios humanado!

j.v.c.  

 
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