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Semana Santa 2024

Segundo Domingo De Adviento

 

4 De Diciembre De 2022

 

Dar frutos de conversión: éste es el tema de la liturgia de hoy. Isaías anuncia el nuevo reino de paz y armonía, reino que se hará en comunión, pero que exige una completa y continua conversión individual que lleve al perdón y al compromiso.

 

ORACIÓN COLECTA


Oh Dios, que cuidas con cariño de todas las cosas y estás siempre deseando y esperando la conversión de cada uno, míranos aquí, reunidos en el nombre de Cristo. Llénanos con tu Espíritu y sostennos con su fuerza para que sigamos esperando con un corazón nuevo al Salvador que nos trae al mundo el amor sin límites. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

PRIMERA LECTURA: Is 11;1-10


El profeta Isaías anuncia la venida del Mesías como el comienzo de un tiempo de paz y de justicia. Es el Reino por el que todos los días rezamos en el Padre Nuestro y por el que debemos trabajar en nuestras vidas, fortalecidos por la promesa del Señor.

 

SALMO RESPONSORIAL
R/ QUE EN SUS DÍAS FLOREZCA LA JUSTICIA Y LA PAZ ABUNDE ETERNAMENTE.

Para que juzgue a tu pueblo con justicia
Y a tus pobres en los juicios que reclaman.

Florecerá en sus días la justicia,
Y una gran paz hasta el fin de las lunas.
Pues domina del uno al otro Mar,
Del Río hasta el confín de la tierra.

Pues librará al mendigo que a él clama,
Al pequeño que de nadie tiene apoyo;
Él se apiada del débil y del pobre,
Él salvará la vida de los pobres.

Que su nombre permanezca para siempre,
Y perdure por siempre bajo el sol.
En él serán benditas todas las razas de la tierra,
Y desearán felicidad todas las naciones.

 

SEGUNDA LECTURA: Rm 15;4-9


San Pablo invita a la gente de su tiempo y nos invita a nosotros a n perder la esperanza. Si nos mantenemos en la esperanza veremos la obra salvadora de Dios en nuestras vidas y en nuestras comunidades.

 

ALELUYA


Aleluya, aleluya.
Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos. Todos los hombres verán la salvación de Dios.
Aleluya, aleluya.

 

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: Mt 3;1-12


Juan el Bautista llama a la conversión. Meditemos la lectura del evangelio de Mateo y pidamos la gracia de tener un corazón preparado para recibir al Señor.

 


Necesidad De Una Estrella

 

Todos necesitamos de “una estrella” que brille en nuestro corazón como aquella estrella que iluminó a los Magos de Oriente para que fueran en peregrinación hasta Belén y ofrecieran al Niño Jesús son dones más queridos.

 

Recuerdo que cuando estaba en Hiroshima e iba a visitar a los presos de habla latina en la cárcel, les leía este evangelio de San Mateo, diciéndoles que ya les faltaba un poco menos para salir de la cárcel en donde estaban presos, los ojos se les iluminaban con una estrella de esperanza, semejante a los Magos de Oriente.

 

La liturgia de la Palabra de este domingo nos quiere decir que la salvación de Jesucristo se extiende a todos los hombres, no sólo al Pueblo de Israel.

Por eso, en la primera lectura, el Profeta Isaías dice: “Jerusalén brilla... sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y caminarán los pueblos a tu luz; los reyes al resplandor de tu aurora.

Levanta tu vista en torno, mira: todos se han reunido, viene a ti; tus hijos llegan de lejos...trayendo incienso y oro”...

En la segunda lectura, San Pablo en su carta a los Efesios, también dice; “también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo, participes de la Promesa en Jesucristo, por el Evangelio”.

En el Evangelio, vemos a los Magos de Oriente que guiados por “una estrella” acuden hasta Belén.

Y allí ofrecen al Niño Jesús con María, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”.

La historia de los Magos muestra nuestra propia historia, la historia del hombre creyente que busca y encuentra a Jesús.

Porque todo ser humano necesita tener en su vida una estrella.

No podemos vivir inmersos y ahogados en la prosa de cada día, viviendo de tejas abajo.

Nos hace falta algo que nos saque de la rutina, de nuestro levantarse, trabajar, comer, dormir... para continuar de la misma forma al día siguiente.

Tenemos necesidad de algo que sea para nosotros meta, sueño o ilusión. Necesitamos una estrella. Y ¿qué dones podemos, queremos y debemos llevar al Niño Jesús, a “don Diosito”, como llamaba señora mayor peregrina en la Cueva de Belén? El “oro” de nuestro “amor, el “incienso” de nuestra oración, y la “mirra” de nuestro trabajo, sacrificios y sufrientes.

San Alfonso María de Liborio (1686-1907) en sus Meditaciones para la Epifanía (n. 1) dijo: “Niño digno de amor, como los reyes magos, te veo en esta gruta acostado sobre la paja, bien pobre y despreciado; pero la fe me enseña que tú eres mi Dios, bajado del cielo para mi salvación.

Te reconozco como mi soberano Señor y mi Salvador; te proclamo como tal, pero no tengo nada que ofrecerte.

No tengo el oro del amor, pues amo las cosas de este mundo; solo amo mis caprichos en lugar de amarte a ti, infinitamente digno de amor, Tampoco tengo el incienso de la oración porque, por desgracia, he vivido sin pensar en ti.

Tampoco tengo la mirra de la mortificación, ya que, por no haberme abstenido de placeres miserables, he entristecido numerosas veces tu bondad infinita.

¿Qué puedo, pues, ofrecerte? Jesús mío, te ofrezco mi corazón, muy sucio, completamente desprovisto como está: acéptalo y cámbialo, ya que has venido a nosotros para lavar con tu sangre nuestros corazones culpables y así transformarnos en santos.

Dame, pues, de ese oro, de ese incienso, de esa mirra que me falta.

Dame el oro de tu santo amor; dame el incienso, el espíritu de oración; dame la mirra, el deseo y las fuerzas para mortificarme en todo lo que no te complace.

Oh, Virgen Santa, tú has acogido a los piadosos reyes magos con vivo afecto: dígnate en todo acogerme a mí, que, siguiendo su ejemplo, vengo a visitar y ofrecerme a tu Hijo”.

Termino con una poesía del nacido en Valladolid Jorge Guillén (1893-1984) Titulada: Epifanía Llegan al portal los mayores, Melchor, Gaspar y Baltasar.

Se inclinan con sus esplendores y al Niño adoran sin cantar.

Dios no es rey ni parece rey, Dios no es suntuoso ni rico.

Dios lleva en sí la humana grey y todo su inmenso acerico.

El cielo estrellado gravita sobre Belén, y ese portal a todos los hombres da cita por invitación fraternal.

Dios está de nueva manera, y viene a familia de obrero, sindicato de la madera, el humilde es el verdadero.

Junto al borrico, junto al buey la criatura desvalida dice en silencio: No soy rey, soy camino, verdad y vida”.

 

j. v. c.

 

 

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