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Séptimo Domingo Del Tiempo Ordinario

 

20 De Febrero De 2022

 

El hombre es un conjunto de fuerza humana y de fuerza celestial. Es esta fuerza celestial la que nos indica el camino tan poco humano del amor condicional a todos, incluidos enemigos y pecadores. El mensaje que Jesús nos trajo siempre ha existido como simiente celestial en quien ha sabido perdonar aun a sus más críticos enemigos.

 

ORACIÓN COLECTA

Oh, Dios, cuyo amor no tiene límites, Jesús, tu Hijo, amó a sus enemigos e, incluso, a quien lo entregó, mostrándonos así en su vida la imagen del amor auténtico. Te pedimos que todos los aquí reunidos podamos asemejarnos, siquiera un poco, al modelo que él nos dejó. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

 

PRIMERA LECTURA: I Sam 26:2, 7-9, 12-13, 22-23

David y Saúl son enemigos. Saúl persigue a David para matarlo. Sin embargo, éste le perdona la vida cuando lo tiene en sus manos. Es un caso práctico del perdón a los enemigos en el Antiguo Testamento, perdón que constituirá el corazón mismo de la enseñanza de Jesús.

 

 

SALMO RESPONSORIAL
R/ EL SEÑOR ES TERNURA Y COMPASIÓN

 

  1. Bendice al Señor, alma mía,
    Alabe todo mi ser su santo Nombre
    Bendice, alma mía, al Señor,
    Y no olvides ninguno de sus beneficios. R/
     
  2. El perdona todas tus ofensas,
    Y te cura de todas tus dolencias
    El rescata tu vida de la tumba
    Te corona de amor y ternura. R/
     
  3. El Señor es ternura y compasión,
    Lento a la cólera y lleno de amor;
    No nos trata según nuestros pecados
    Ni nos paga según nuestras ofensas. R/
     
  4. Como el oriente está lejos del occidente,
    Así aleja de nosotros nuestras culpas.
    Como la ternura de un padre con sus hijos
    Es la ternura del Señor con los que le temen. R/

 

 

SEGUNDA LECTURA: 1 Cor 15:45-49

Jesús es el modelo hacia el que siempre debemos caminar. Sentir y pensar como Jesús es el objetivo al que debemos encaminar todos nuestros esfuerzos y todas nuestras oraciones.

 

ALELUYA: Jn 13:34

Aleluya, aleluya.

Os doy un mandamiento nuevo: que os améis mutuamente como yo os he amado, dice el Señor.

Aleluya

 

EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS: Lc 6:27-38

Ser cristiano es ser misericordioso. El amor a los enemigos es probablemente la tarea más difícil pero también la más importante que Jesús ha encomendado a sus discípulos.

 

 

 

De La Compasión De Dios A La Nuestra

 

 

La liturgia de la Palabra de Dios de este domingo nos habla de “la compasión de Dios”, como fuente de “nuestra compasión” al prójimo. Esa compasión de Dios nos la trae, como dice San Pablo en su primera Carta a los Corintios, (segunda lectura de este domingo), el “segundo Adán” que es Jesucristo, fuente de vida nueva, en amor y compasión hacia toda la humanidad.

“Compasión” no es una mirada de “arriba abajo”, como diciendo “pobre hombre” o “pobre mujer”; una mirada que implica desprecio y superioridad frente a los demás. “Compasión”, como dice la palabra latina es “cum-passio”. Esto quiere decir y sentir las alegrías y tristezas de los demás, “en conjunto”, como si fueran solo suyas.

Y cuando San Lucas dice en el Evangelio: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”, nos está llamando a esa actitud vital, a esa práctica de la caridad cristiana.

San Juan Pablo II en su encíclica “Dives in misericordia” (Rico en misericordia, n.3) escribió:

“Son muchos los pasos de las enseñanzas de Cristo que ponen de manifiesto el amor-misericordia bajo un aspecto siempre nuevo. Basta tener ante los ojos al Buen Pastor en busca de la oveja extraviada o la mujer que barre la casa buscando la dracma perdida. El evangelista que trata con detalle estos temas en la enseñanza de Cristo es san Lucas, cuyo Evangelio ha merecido ser llamado el “Evangelio de la misericordia”.

Cristo, al revelas el amor misericordia de Dios, exigía al mismo tiempo a los hombres que a su vez se dejasen guiar en su vida por el amor y la misericordia. Esta exigencia forma parte del núcleo mismo del mensaje mesiánico y constituye la esencia del “ethos” (moral) evangélico. El Maestro lo expresa bien sea a través del mandamiento descrito por Él como el más grande, bien en forma de bendición, cuando en el discurso de la montaña proclama: Bienaventurado los misericordiosos, porque ellos alcanzaran misericordia.  

 

De este modo, el mensaje mesiánico acerca de la misericordia acerca de la misericordia conserva una particular dimensión divino-humana. Cristo –en cuanto cumplimento de las profecías mesiánicas-, al convertirse en la encarnación del amor que se manifiesta con peculiar fuerza respecto a los que sufren, a los infelices y a los pecadores, hace presente y revela de este modo más plenamente al Padre, que es Dios rico en misericordia. Asimismo, al convertirse para los hombres en modelo del amor misericordioso a los demás. Cristo proclama con las obras más que con las palabras la apelación a la misericordia, que es una de las componentes esenciales del ethos evangélico. En este caso no se trata solo de cumplir un mandamiento o una exigencia de naturaleza ética, sino también de satisfacer una condición de capital importancia, a fin de que Dios pueda revelarse en su misericordia con el hombre...los misericordiosos ...alcanzarán misericordia.”

Termino con un poema del madrileño J. Bermejo titulado:

Con insistencia

Con insistencia y con ardor nos pides
el gesto, la señal definitiva
en el amor: amar al enemigo,
poner la pa donde la guerra hostiga;
hacer de nuestro barro soberbio y despiadado
lámpara fiel de tu bondad divina.
Si alguna vez me siento perseguido
o calumniado, dame tu sonrisa,
que todo lo perdona y lo redice,
y todo lo fecunda y resucita.
Dame, Señor, tus mismos ojos, dame
Esa piedad que todo lo apacigua.
Te pido por aquel que sin saberlo
sembró en el alma heridas
de muerte, y por aquellos que llagaron
el corazón con ímpetu homicida.
Infunde en mí tu mansedumbre. Sólo
En tú bondad encuentre yo mi vida,
y en tus amores, mis amores, siempre
abierto como el surco a la semilla.
 

j.v.c.

 

 

 
 
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