Vigésimo Sexto Domingo Del Tiempo Ordinario

 

Domingo 26 De Septiembre De 2021

 

El Espíritu del Señor no se limita a personas e instituciones. Con Moisés colaboran los ancianos, y Moisés se alegra. Jesús nos dice que todo el que no está contra él, está con él. Y Santiago es el que nos da la pauta para saber quién está contra Dios: el que se aprovecha del prójimo y acumula riquezas injustamente.

 

 

ORACIÓN COLECTA


 Oh Dios, esperanza de los que en ti creen, tú, derramando tu Espíritu sobre nosotros, nos hiciste pueblo tuyo. Te pedimos que, los que nos reunimos aquí en tu nombre, sepamos aceptarnos mutuamente y cantarte con un solo corazón. Por Jesucristo nuestro Señor.

 

 

PRIMERA LECTURA


El Señor da a su pueblo un grupo de colaboradores para que, con Moisés, dirijan su camino. Todo aquel que escucha la Palabra de Dios se transforma en profeta y colaborador de Dios en la obra de la salvación.

 

 

SALMO RESPONSORIAL

R/ LOS MANDATOS DEL SEÑOR ALEGRAN EL CORAZÓN.

 

 

  1. La ley del Señor es perfecta,
    Es remedio para el alma.
    Toda declaración del Señor es cierta
    Y da al sencillo la sabiduría.
     
  2. El temor del Señor es un diamante,
    Que dura para siempre;
    Los juicios del Señor son verdad,
    Y todos por igual se verifican.
     
  3. También son luz para tu siervo,
    Guardarlos es para mí una riqueza.
    Pero, ¿quién repara en sus deslices?
    Límpiame de los que se me escapan.
     
  4. Guarda a tu siervo también de la soberbia,
    Que nunca me domine.
    Así seré perfecto y limpio de pecados graves. 

 

 

SEGUNDA LECTURA: Sant 5:1-6


El apóstol Santiago es extremadamente duro con aquellos que acumulan para sí y no se ocupan de los demás. Meditemos con humildad esta lectura y pidamos la gracia de pasar nuestra vida ayudando a la gente que Dios nos pone en nuestro camino.

 

 

ALELUYA: Jn 17:17

Aleluya, aleluya.

Tu palabra, Señor, es la verdad. Santifícalos en la verdad.

Aleluya.

 

 

EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS: Mc 9:38-43, 45,47-48


Jesús es el amigo de la vida y el protector de todos los pequeños. Pidamos la gracia de tener un corazón como el suyo. La gracia de contribuir al crecimiento de todo lo bueno que hay en el corazón de los demás.

 

 

 

 

 


Las Cuatro Estaciones

 

 


Había un hombre que tenía cuatro hijos. Les quería enseñar a no juzgar las cosas a la primera, sin pensar. Y los envió, uno a uno, a que vieran un peral que estaba un tanto alejado de la casa. Al hijo mayor lo envió en Invierno; el segundo fue en Primavera. El tercero en Verano; y el más pequeño en Otoño.

 

Terminó el año. Todos habían visto el mismo árbol. El padre los llamó y les pidió que le dijesen qué habían visto. El hijo mayor mencionó que había visto un árbol horrible, sin hojas, doblado y torcido. El Segundo no estaba de acuerdo: había visto un árbol cubierto con brotes verdes y lleno de promesas. El tercer hijo no estaba de acuerdo con ninguno de los dos: lo que él había visto era un árbol cargado de flores llenas de aroma dulce, y que se veía muy hermoso. El último de los hijos tampoco estaba de acuerdo con sus hermanos: dijo que el árbol estaba maduro, lleno de frutos, lleno de vida y satisfacción.

 

El padre oyó a los cuatro. Les dijo que sí, que los cuatro tenían razón, porque los cuatro habían visto el mismo árbol en diferentes escenarios y estadios de su vida. Les dijo que nunca deberían juzgar un árbol, a una persona, con sólo verlo una vez; la esencia de lo que cada uno es, el placer y regocijo, el amor, solo se puede medir al final, cuando todas las estaciones han pasado.

 

Si te das por vencido en el invierno, habrás perdido la promesa de la primavera, la belleza del verano y la satisfacción del otoño.


No dejes que el dolor de alguna estación de tu vida destruya la dicha del resto. No juzgues ni tu vida ni la de los demás por sólo una estación difícil. Mira más allá de las dificultades y de las malas rachas, estate seguro de que mejores tiempos vienen por delante.

 

(Tomado de la hoja dominical)