Vigésimo Noveno Domingo Del Tiempo Ordinario

 

18 de Octubre de 2020

TEXTOS BIBLICOS PARA LA LITURGIA EUCARÍSTICA

Muchas veces hacemos de la historia del mundo una historia laica, sin Dios, pero el profeta nos dice que es él quien la conduce.

La sociedad es el campo en el que todo hombre vive con sus obligaciones y responsabilidades, pero es de Dios del que se han de conseguir los valores de fe, esperanza y caridad que nos hagan ser ciudadanos del cielo y de la sociedad, al mismo tiempo que proclamemos nuestra fe.

 

ORACION

Oh Dios, que gobiernas todo el universo orientando a todos los hombres a la salvación, bendice esta asamblea en la que tu pueblo te alaba con gozo. Graba fuertemente en nuestros corazones que sólo tú eres el Señor, y ábrenos a tu palabra salvadora.

Por Nuestro Señor Jesucristo. Amen.

 

PRIMERA LECTURA: Is 45:1, 4-6

Ciro es un rey extranjero, por medio del cual Israel será liberado de la cautividad en Babilonia.

Dios es el Señor de la historia que guía misericordiosamente de su mano y transforma en instrumentos de salvación incluso a quienes no lo conocen.

 

SALMO RESPONSORIAL: Sal 96: 3-4, 7-8, 9 y 13

R/ACLAMAD LA GLORIA Y EL PODER DEL SEÑOR.

 

¡Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra!
Cuenten su gloria a las naciones
y a todos los pueblos sus maravillas. R/

 

Porque el señor es grande y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues son nada esos dioses de los pueblos,
mas el Señor es quien hizo los cielos. R/

 

Ríndanle al Señor tribus y pueblos,
ríndanle al señor gloria y poder.
Ríndanle al Señor la gloria de su nombre,
traigan la ofrenda y entren en su templo. R/

 

Adoren al Señor en el atrio sagrado,
tiemblen ante él, pueblos de la tierra.
“El Señor reina”, anuncien a los pueblos,
él juzgará a los pueblos con justicia. R/

 

SEGUNDA LECTURA: 1Ts 1: 1-5

La proclamación del Evangelio no depende sólo de nuestras capacidades para hacer buenos discursos; es necesaria la fuerza del Espíritu que transforme nuestras pobres palabras en palabras de vida.

 

ACLAMACION DEL EVANGELIO: Flp 2:16, 15

Aleluya, Aleluya. Brilláis como lumbreras del mundo, mostrando una razón para vivir. Aleluya.

 

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: Mt 22:15-21

El hecho de ser cristianos no nos exime de nuestras obligaciones sociales y políticas. Sin embargo, nuestro trabajo y nuestras obligaciones en la sociedad en la que vivimos no deben hacernos olvidar las obligaciones que tenemos respecto de Dios. Hay que dar al César lo que es del César sin dejar de dar a Dios lo que le corresponde.

 

Tema:” Ser Imagen De Dios”

 

Hoy en el evangelio se nos presenta la trampa que los fariseos le ponen a Jesús: “¿Debemos pagar el tributo al César?” ...A lo que Jesús, pidiendo que le enseñen un denario, les pregunta: “¿de quién es ésta imagen?” Y cuando ellos le dicen que es la del César, Jesús les responde: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

Jesús sabiamente les dice que no se trata de una disyuntiva: El César “o” Dios, sino una conjuntiva: el César “y” Dios. O sea, que hay que pagar los tributos que nos impone el gobierno para cumplir con los deberes ciudadanos, y al mismo tiempo cumplir los deberes para con Dios, es decir que como todos hemos sido creados “a imagen de Dios”, debemos agradecerle esa gran merced con alabanza, amor, servicio, que se transmita en ayuda servicial al prójimo” porque ha sido creado a imagen de Dios. Todos hemos sido creados a imagen de Dios. Y en cuanto hacemos el bien, más somos semejantes a Dios.

No se ha de sacrificar la dignidad humana a ningún poder. Por un lado, debemos cumplir los deberes ciudadanos que empiezan a la hora de votar, eligiendo a los que en conciencia creamos más aptos o menos malos para gobernar a fin del bien común. Dar al César es también obedecer las leyes civiles justas. Y seguir el comportamiento de los gobernantes para aplaudir sus aciertos y oponerse a sus errores, con una crítica constructiva por todos los medios lícitos y legales. Y por otro lado, el hombre es creado para alabar, reverenciar y servir a Dios, no como un siervo sino como un hijo amado de Dios. No podemos encerrar en una vitrina nuestra fe. Hemos de dar público testimonio de lo que creemos. Hemos de “dar razón de nuestras esperanzas”. Hemos de predicar el evangelio a todo el mundo, hemos de ser felices de predicarlo a los cuatro vientos. No podemos ocultar la opción que hemos hecho libre y gozosamente por Cristo. Amar y servir al Dios de Jesús no es algo para esconder, sino para vivir públicamente.

El fraile capuchino italiano San Lorenzo de Bríndisi (1559-1619) en un sermón dijo: Ser imagen de Dios

“Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Hay que dar a cada uno lo que le toca. He aquí una palabra llena de sabiduría y de ciencia celestial. Nos enseña que hay dos formas de poder: uno es terreno y humano, otro es del cielo y divino. Nos enseña que debemos atenernos a dos obediencias: a las leyes humanas y a las leyes divinas. Hay que pagar al César la moneda que lleva su efigie y la inscripción del César, y a Dios lo que ha sido sellado con el sello de su imagen y semejanza: Haz brillar, Señor, sobre nosotros la luz de tu rostro. Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Eres hombre, ¡oh cristiano! Eres la moneda del tesoro divino, una moneda que lleva el sello y la inscripción del emperador divino. Por tanto, pregunto con Cristo: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Tú respondes: “De Dios”. Yo te respondo: “¿Por qué, entonces no das a Dios lo que es suyo?”

Si queremos ser realmente imagen de Dios, debemos asemejarnos a Cristo, ya que él es la imagen de la bondad de Dios y la impronta de su ser. Y Dios nos ha destinado a ser imágenes de su Hijo. Cristo dio al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Observó de manera perfecta los preceptos que contienen las tablas de la ley divina haciéndose obediente hasta la muerte en cruz, y así fue levantado a lo más alto de los cielos.

Termino con la poesía del P. José Luis Martín Descalzo (1930-1991) titulada la Visita a la Catedral, en la que nos dice que somos “una catedral”, es decir “una imagen de Dios:

 

Recuerdo que una mano me llevaba
y que, en la mano, un corazón latía,
una savia caliente, que subía
por mis dedos y que me confortaba.
Recuerdo que mi madre la apretaba
como abrazando mi alma, que decía:
“Mira, aquí está Dios, Dios”, y que tenía
temblor su voz cuando lo mencionaba.
Y yo buscaba al Dios desconocido
en los altares, sobre la vidriera
en que jugaba el sol a ser fuego y cristal.
Y ella añadía: “No le busques fuera,
cierra los ojos, oye su latido.
Tú eres, hijo, la mejor catedral”.

j.v.c.