Vigésimo Octavo Domingo Del Tiempo Ordinario

 

11 de Octubre de 2020

TEXTOS BIBLICOS PARA LA LITURGIA EUCARÍSTICA

El banquete nupcial es una imagen bíblica que resalta el amor gratuito de Dios. Es esperanza humana en un futuro de gozo y salvación para todos, pero es también un juicio por no aceptar esa invitación o por confiarse demasiado. Todos tenemos una vida, regalo de Dios, y con ella, como Pablo, nos vestimos con el traje de la alegría y de la confianza en aquel que nos conforta.

 

ORACION


Oh Dios, fuente de esperanza, y que invitas a todos los hombres al banquete de tu reino, aquí estamos, ante ti, cada uno con sus inquietudes y esperanzas. Haz que, descubriendo y gustando tu amor, sepamos responder a él tanto con el corazón como con las obras. Por Nuestro Señor Jesucristo.

 

PRIMERA LECTURA: Is 25: 6-10

Dios prepara para todos los hombres una fiesta, un gran banquete. La auténtica vida, la salvación, es un don gratuito que Dios ofrece a todos los pueblos y todas las personas que quieran aceptar su invitación.

 

SALMO RESPONSORIAL: Sal 23: 2-3, 5y6

R/habitaré en la casa del Señor por años sin Término

El Señor es mi pastor, nada me falta;
en verdes pastos él me hace reposar.
A las aguas de descanso me conduce,
y reconforta mi alma. R/

Por el camino del bueno me dirige,
por amor de su nombre.
Aunque pase por quebradas oscuras,
no temo ningún mal, porque tú estás conmigo
con tu vara y tu bastón, y al verlas voy sin miedo. R/

La mesa has preparado para mi
frente a mis adversarios,
con aceites perfumas mi cabeza
y rellenas mi copa. R/

Irán conmigo la dicha y tu favor
mientras dure mi vida,
mi mansión será la casa del Señor
por largos, largos días. R/

 

SEGUNDA LECTURA: Flp 4:12-14, 19-20

Pablo agradece a todos los que se preocupan por ayudarlo, pero les recuerda también que la pobreza material no representa para él una desgracia. El amor de Dios es su mayor riqueza.

 

ACLAMACION DEL EVANGELIO: Ef 1:17-18

Aleluya, Aleluya, El padre de Nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de nuestro corazón, para conocer cuál es la esperanza a la que nos llama. Aleluya.

 

Evangelio según san Mateo: Mt 22:1-14 22:1-10

Dios invita misericordiosa y gratuitamente a participar del banquete de la salvación. Pero nos recuerda también que la bondad de Dios exige una respuesta generosa y responsable de nuestra parte.

 

Tema: “Venid A La Boda”

  La liturgia de hoy nos presenta el Reino de Dios como una boda real y como un banquete regio. Jesús nos asegura en la parábola de hoy: “El Reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo”. Y nosotros sabemos que esa unión amorosa significa la que tuvo lugar entre Cristo y la humanidad. La encarnación del Hijo de Dios se perpetúa en el hombre Jesús resucitado y en todos los hombres: “Conmigo lo hicisteis”.

 El “Reino de Dios” no es algo lejano, sino que comienza en el tiempo y en la tierra. Por eso, cuando Dios dice: “Venid a la boda. Tengo preparado el banquete”, nos invita ya ahora al festín moral y espiritual del cristianismo. La unión del alma con Cristo satisface profundamente la suprema hambre y sed del hombre.

Según el profeta Isaías, en la primera lectura: “Preparará el Señor para todos los pueblos en este monte santo un festín de manjares suculentos, un festín de vino de solera...Aniquilará la muerte para siempre. Enjugará las lágrimas de todos los rostros”. El cielo es la ausencia de luto y la presencia de Dios como dicha infinita.

Incomprensiblemente, los invitados de la parábola “no quisieron ir” al banquete de bodas. Y más incomprensiblemente aún, muchos hombres llamados al festín espiritual y moral del cristianismo, vuelven la espalda a Dios y a Jesús, desprecian el manjar divino del humanismo cristiano y hasta el Cuerpo y Sangre de Cristo.

Jesús nos da tres tipos de contestatarios a la invitación del Reino de Dios temporal y eterno. “Uno se marchó a sus tierras”. Otro “se fue a sus negocios”. También hay hoy día muchos que ignoran el festín del Reino en su dimensión temporal y eterna, enfrascados en sus ocupaciones terrenas. Los demás “echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos”. Hoy día hay muchos hombres y mujeres que siguen oponiéndose a la invitación del Reino de Dios.

Sin embargo, Dios es incansable en su llamada a todos y siempre. No se deja llevar del pesimismo ante la negativa de tantos: “id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis convidadlos a la boda”. Dios nos invita y nos manda invitar a otros “ahora” para participar en la unión de lo divino y lo humano.

Finalmente, los criados “salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales”. Pero hay un hombre sorprendido sin el traje de fiesta. Es como si fuera a un funeral y no a una fiesta de bodas. Es el símbolo de esos cristianos que no llegan a creer que el Reino es un banquete nupcial, y se visten y ponen una cara como para un entierro. Es la imagen del creyente revestido de severidad, de austeridad, tristeza, silencio, mientras que sería necesario ponerse el traje de la alegría y de la esperanza. Un hombre incapaz de llevar al mundo la sonrisa de Dios.

¿Expresa nuestro rostro la alegría de los resucitados, de los invitados a celebrar la victoria de Cristo sobre la muerte, o más bien deja entrever el sufrimiento, la desesperanza o el aburrimiento?

La alegría es una fuerza: un desafío. Es algo que prende al cristiano cuando celebra la eucaristía y le obliga a llevarla a un mundo sin paz y sin alegría. El cristiano no acapara la alegría para sí. Ni la encierra en el interior de la iglesia.

El Papa San Gregorio Magno (540-604) en una homilía dijo:

Dichosos los invitados a las bodas del Cordero”


El Padre ha celebrado, pues, las bodas del rey, su Hijo, cuando le ha unido la iglesia en el misterio de la encarnación. Y el seno de la Virgen María ha sido la alcoba de este Esposo...Muchos se olvidan de configurar sus vidas según este misterio...De todas formas, el Señor no dejará sitios vacíos en el banquete de las bodas de su Hijo rey. Enviará a buscar otros comensales, porque la Palabra de Dios, aunque desconocida todavía por muchos, encontrará un día dónde posarse. Pero vosotros, hermanos, que habéis entrado ya a la sala del banquete por gracia de Dios, es decir, estáis dentro de la Iglesia santa, examinaos atentamente, no sea que al venir el rey encuentre algo que reprocharos en la vestidura de vuestras almas”.

Termino con el soneto del poeta y religioso Jorge Blajot (1921-1992) titulado:

No os olvidéis de la vida


Cuando vengáis, no os olvidéis la vida,
mantenida caliente entre los brazos.
No seáis espectadores. A retazos
no la desparraméis por la avenida.
Traedla tal cual es, vida vivida:
Doblegada de viento y de zarpazos
arañada; tiesa también con lazos
de paz, de amor, de júbilo prendida.
Venid sin maquillar. Portad la duda,
el desencanto, el grito de protesta.
Vestíos de todo aquello que hoy se lleva.
Pero llegue vuestra alma bien desnuda,
con hambre de banquete, ansia de fiesta,
de par en par abierta a vida nueva.

j.v.c.