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Vigésimo Séptimo Domingo Del Tiempo Ordinario

 

4 de Octubre de 2020

TEXTOS BIBLICOS PARA LA LITURGIA EUCARÍSTICA

Hay un compromiso de Dios para con su pueblo, su viña, y hay una irresponsabilidad por parte de Israel. Esta infidelidad es motivo para que la salvación pase a nuevas gentes que respondan al amor. Para que la Iglesia permanezca siempre y sea instrumento de salvación, tiene que ser fiel al servicio de la verdad y a los valores que salvan al hombre.

 

ORACION

Oh Dios, fuente de vida, tú guardas y cultivas todas las cosas, para que den fruto abundante. Haz que, teniendo siempre el corazón orientado hacia y abierto a tu acción salvadora, podamos responder adecuadamente a ese tu amor. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amen.

 

PRIMERA LECTURA: Is 5:1-7

La viña es en la Biblia una imagen del pueblo de Israel, siempre amado y cuidado por Dios, pero siempre ingrato ante sus dones. Y la viña podemos ser todos nosotros, que nunca terminamos de amar a Dios y a los hermanos como el cariño que Dios nos ama.

 

SALMO RESPONSORIAL: Sal 80:9-10, 15-16, 18-19

R/ LA VIÑA DEL SEÑOR ES LA CASA DE ISRAEL

 

  1. Tenías una viña que arrancaste de Egipto,
    para plantarla, expulsaste naciones.
    Extendía sus sarmientos hasta el mar
    y sus brotes llegaban hasta el rio. /R
     
  2. ¿Por qué has destrozado sus cercos?
    Cualquiera transeúnte saca racimos,
    el jabalí de los bosques la devasta
    y los animales salvajes la devoran. /R
     
  3. ¡Oh Dios Todopoderoso, es hora de que regreses;
    mira de lo alto del cielo y contempla,
    Visita esa viña y protégela,
    ya que tu derecha la planto! /R
     
  4. Ya no nos apartaremos más de ti,
    Nos harás revivir y tu nombre invocaremos.
    ¡Señor, Dios Todopoderoso, restablécenos,
    haz brillar tu faz y sálvanos! /R

 

SEGUNDA LECTURA: Flp 4:6-9

Pablo nos invita a mirar a la vida con esperanza. Tener Fe es saber que el mundo está en las manos de Dios.

Nuestro trabajo es por tanto descubrir los signos del amor de Dios en el mundo y vivir confiados en que el Señor no nos dejará de su mano.

 

ACLAMACION DEL EVANGELIO: Jn 15:16

Aleluya, Aleluya, Soy Yo quien os he elegido, para que vayáis y deis frutos, dice el Señor. Aleluya.

 

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: Mt 21:33-43

Todas las cosas que poseemos en la vida son de Dios. El es el dueño de la viña que un día vendrá a pedirnos cuenta y a reclamar los frutos que nuestra vida ha producido. Quien se olvida de esto vive de modo egoísta y solamente pensando en acumular riquezas para sí mismo.

 

Tema: “Dar Frutos”

 

Este domingo nos presenta la parábola de Jesús del propietario que plantó una viña y la arrendó a unos labradores. Llegando el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores apalearon y mataron a los criados. Y finalmente llegaron hasta matar al hijo del propietario.

Jesús con esta parábola habla de sí mismo, el Hijo de Dios enviado a los hombres para salvarlos, cosa que hizo con su muerte en cruz, rechazado por los todos los hombres, no solo los que lo mataron sino por todos los pecadores, por todos los que estábamos manchados por el pecado original antes del bautismo y por todos los pecados cometidos a lo largo de la vida.

Dios ofrece amor y recibe traición. Multiplica las atenciones, el perdón, y recoge negativas. Hoy debemos suplicarle: no te canses de esperar que demos frutos. Sigue con ese canto de amor a la viña, del que nos habla el profeta Isaías en la primera lectura, conectada con la parábola del evangelio.

¿Qué frutos espera Dios de nosotros? Los frutos del Reino: justicia, libertad, amor, perdón de los enemigos, fraternidad.

San Basilio Magno (329-379) en una homilía dijo:

El Señor no cesa de comparar las almas humanas a las viñas: Mi amigo tenía una viña en un fértil collado; planté una viña y la rodeé de una cerca. Jesús llamas a su viña a las almas humanas; a ellas las ha cercado, como con una clausura, con la seguridad que dan sus mandamientos y la guarda que les proporcionan sus ángeles. Seguidamente plantó a nuestro alrededor como una emplazada, poniendo en la Iglesia en el primer puesto a los apóstoles, en el segundo a los profetas, en el tercero a los maestros. Por el ejemplo de los hombres santos de otros tiempos, hace que se eleve nuestro pensamiento sin dejar que caiga en tierra donde sería pisado. Quiere que los ardores de la caridad, como los zarcillos de una vid, nos aten a nuestro prójimo y nos hagan descansar en él. así, manteniendo constantemente nuestro deseo hacia el cielo, nos levantaremos como vides que trepan hasta las más altas cimas.

Nos pide también que consistamos en ser escardados. Ahora bien, un alma está escardada cuando aleja de ella las preocupaciones del mundo, que no son más que una carga para nuestros corazones. Así, el que aleja de sí mismo el amor carnal y no está atado a las riquezas o que tiene por desestable y menospreciable la pasión por esta miserable y falsa gloria ha sido, por decirlo así, escardado, y respira de nuevo, desembarazado ya de la carga inútil de las preocupaciones de este mundo.

Pero, para mantenernos en la misma línea de la parábola, es preciso que no produzcamos únicamente madera, es decir, que no vivamos con ostentación, ni que busquemos ansiosamente la alabanza de los de fuera. Es necesario que demos fruto reservando nuestras obras para ser mostradas tan solo al verdadero propietario de la viña.

Termino con el soneto del que fue arzobispo de la ciudad de Méjico Luis María Martínez (1881-1956) titulado:


El fruto de la vid

 

El fruto de la vid sin el pesado
esfuerzo del lagar no fuera vino,
ni el trigo candeal sin el molino
se convirtiera en pan inmaculado.

Si por dolor no fuera transformado
en pan de vida y en licor divino
el amor, no cumpliera su destino
de darse en comunión siempre el amado;


sin la cruz, para mi Jesús no fuera
pan de salud y cáliz de alegría
y él mismo en mi miseria no viviera,

y pues su amor me dio eucaristía,
mi amor no fuera amor si no le diera,
por un milagro de dolor, la mía.

j.v.c
 

 

 

 

 
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