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Vigésimo Quinto Domingo Del Tiempo Ordinario

 

20 de septiembre de 2020

TEXTOS BIBLICOS PARA LA LITURGIA EUCARÍSTICA

Muchas veces queremos reducir a Dios a nuestros esquemas de vida, pero sus caminos no son los nuestros; nuestras relaciones se basan en el intercambio: Dios, sin embargo, actúa con criterios de gratuidad. Solo una vida de acuerdo con el evangelio deja al cristiano acercarse a comprender estos modos y caminos del Señor.

 

ORACION

Oh Dios, que siempre estas a nuestro lado, tu sobrepasas nuestro pensamiento, tu mirada se extiende a todas las cosas y tu amor no tiene fondo ni limite. Concédenos a los aquí reunidos en tu seguimiento, sepamos descubrir tu amor que supera todas las cosas. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen

 

PRIMERA LECTURA: Is 55,6-9

El profeta Isaías habla a los Israelitas que vuelvan a la patria después de un largo destierro. Les pide que el regreso a la tierra sea también un regreso a Dios y a sus caminos.


SALMO RESPONSORIAL: Sal 145,1 y 3,8-9,17-18

R/CERCA ESTA EL SEÑOR DE LOS QUE LO INVOCAN

  1. Deseo bendecirte cada día,
    alabare tu nombre para siempre.
    Grande es el Señor, muy digno de alabanza,
    y no puede medirse su grandeza. /R
     
  2. El señor es ternura y compasión,
    paciente y lleno de amor.
    El señor es bondadoso para con todos,
    sus ternuras están en todas sus obras. /R
     
  3. Justo es el Señor en todos sus caminos
    y bondadoso en todas sus obras.
    Cerca está el señor de los que lo invocan,
    de todos los que lo invocan de verdad. /R

 

 

SEGUNDA LECTURA: Flp 1,20-24,27

Pablo desde la cárcel de Efeso, escribe a los cristianos que viven en Filipo. Lo único importante para él es hacer la voluntad de dios y cumplir su tarea evangelizadora. Todo lo demás, la salud, la vida, los problemas, el futuro lo deja en manos de Dios. Pablo es también un ejemplo para nosotros que tantas veces vivimos preocupados por lo secundario y nos olvidamos de que lo único importante es vivir como hijos de Dios.

 

ACLAMACION DEL EVANGELIO Hch 16,14

Abre, Señor, nuestro corazón, para que comprendamos las palabras de tu Hijo. Aleluya

 

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO Mt 20,1-16

Trabajar para Dios es una gracia y no un favor que nosotros le hacemos a Dios. Para todos aquellos que sirven a Dios en busca de alguna paga o de un premio, para todos aquellos que se olvidan de que son hijos de Dios y no sus empleados, Jesús relata la parábola de los trabajadores de la viña.

 

 

Tema: “Perdonar La Generosidad De Dios”

 

Este domingo nos presenta la parábola de “los jornaleros enviados a la viña” a distintas horas del día: al amanecer, a media mañana, al mediodía y a media tarde, y al caer de la tarde. Luego el propietario de la viña dijo al capataz que pagase a cada uno con un denario por jornada. Los que trabajaron desde el amanecer protestaron porque a los que trabajaron solo una hora al caer de la tarde se les dio lo mismo que a ellos: un denario.

Pero el propietario les contestó que un denario era el pago establecido desde el principio y que, si el dueño quería pagar lo mismo a todos, ellos no tenían derecho a quejarse o ¿es que tenían envidia de la generosidad del dueño?

Lo mismo podemos aplicarnos a nosotros hoy día. Hay cristianos que recibieron el don del bautismo de infantes o niños, hay otros que lo recibieron de jóvenes, otros de mayores, otros de ancianos y otros pocas horas o minutos antes de morir. Pero a todos Dios (el propietario de la viña) nos otorga el mismo don del cielo. Tenemos que saber “perdonar la generosidad de Dios”.

“Mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes que vuestros planes”, nos dice Isaías en boca de Dios en la primera lectura.

La pequeñez humana no puede tener la pretensión de contener la grandeza de Dios. Ante Dios no es cuestión de mérito, ni de cantidad o cualidad de trabajo. Así como la llamada al trabajo en la viña es gracia, también el premio es don. La recompensa depende de la generosidad de Dios, no del cálculo de nuestras aportaciones. La alegría de Dios es poder dar sin medida. Y la recompensa del hombre consiste en “poderse dar” sin pretensiones.

Una interpretación interesante de la parábola es la que hace san Pablo (segunda lectura), quien, frente a la alternativa de continuar viviendo o morir, no calcula los méritos adquiridos. No hace cuestión de recompensa. Su única preocupación es la de acumular “servicio”, o sea, ganancias para los otros.

La cuestión es la de abrir la viña a todos. A nosotros nos resulta más fácil la severidad de Dios, que su generosidad. En el cielo no habrá posibilidad de caras largas ni envidias por la bondad y generosidad de Dios, ya que participaremos de los sentimientos de su corazón filantrópico, y nos alegraremos de la suerte de nuestros hermanos que, con menos tiempo de trabajo, han sido premiados con la eternidad. Y ahora, antes, en esta tierra, ¿es que hay algo mejor que estar al servicio de Dios toda la vida?

San Agustín (354-430) en su sermón 87 dijo:

Los primeros justos venidos al mundo fueron Abel y Noé, son como los llamados a primera hora, recibirán al mismo tiempo que nosotros la felicidad de la resurrección. Posteriormente otros justos después que ellos, Abrahán, Isaac, Jacob y sus contemporáneos, llamados a media mañana, recibirán al mismo tiempo que nosotros la felicidad de la resurrección. Otros justos, Moisés, Aarón y los que como ellos fueron llamados al mediodía, recibirán al mismo tiempo que nosotros la felicidad de la resurrección; después de los santos profetas, los llamados como al caer de la tarde, recibirán la misma felicidad que nosotros.

En el fin del mundo, todos los cristianos recibirán a la vez la felicidad de la resurrección. Todos la recibirán al mismo tiempo, pero fijaos después de cuánto tiempo la recibirán los primeros. Por tanto, si los primeros llamados reciben la felicidad después de tanto tiempo, mientras que nosotros la recibimos después de un breve intervalo, aunque todos la recibamos simultáneamente, parece como si nosotros la recibiéramos primero, por aquello de que nuestra recompensa no se hará esperar.

En cuanto a recibir la recompensa, todos seremos iguales: los últimos igual que los primeros y los primeros igual que los últimos, pues aquel denario es la vida eterna.

Termino con la poesía del jesuita coruñés José Luis Blanco Vega (1930-2005) titulada:

 

Hora de la tarde

Hora de la tarde,
fin de las labores.
Amo de las viñas,
paga los trabajos
de tus viñadores.
Al romper el día,
nos apalabraste.
Cuidamos tu viña
del alba a la tarde.
Ahora que nos pagas,
nos lo das de balde,
que a jornal de gloria
no hay trabajo grande.
Das al vespertino
lo que al mañanero.
Son tuyas las horas de
y tuyo el viñedo.
A lo que sembramos
dale crecimiento.
Tú que eres la Viña,
cuida los sarmientos.
Hora de la tarde,
fin de las labores.
Amo de las viñas,
paga los trabajos
de tus viñadores.

 

j.v.c. 

 

 

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