Domingo 32 Del Tiempo Ordinario

10 de Noviembre de 2019

 

TEXTOS BIBLICOS PARA LA LITURGIA EUCARÍSTICA

Para Jesús no tiene sentido una religión de muertos. El Dios cristiano no es un Dios de muertos sino Dios de vivos. No es un ídolo que domine y engañe, que nos ha arrojado a este mundo desentendiéndose de nosotros y de nosotras; sino que nos da la vida generosa y abundantemente. Sin embargo, nuestro cristianismo no siempre ha logrado presentar a Dios como DIOS de VIDA, aunque sus promesas siempre eran un ofrecimiento de vida.

 

ORACION

Oh Dios, que quisiste la salvación de todos los hombres, tu Hijo, Jesús, no ha abierto con su resurrección las puertas de la salvación eterna. Derrama sobre los aquí reunidos la luz de la esperanza y llénanos de la alegría imperecedera. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen


PRIMERA LECTURA: 2 Macabeos 7, 1-2. 9-14

Los dos libros de los Macabeos hablan de la resistencia del pueblo hebreo durante la época del dominio helenista. Las costumbres griegas ponían en peligro la identidad de la nación y de su fe. Escucharemos el acta martirial de los hermanos Macabeos. Afrontan el martirio antes de renegar de su fe porque creen firmemente en la resurrección. El hombre puede destruir la vida, pero el Dios del universo tiene poder de resucitar para la vida eterna.

 

SALMO RESPONSORIAL: Sal 17:1-2, 3y5, 13y15

R/ AL DESPERTAR ME SACIARE DE TU SEMBLANTE, SEÑOR

  1. Escucha, Señor, mi justa demanda, 
atiende a mi clamor;
    
presta oído a mi plegaria, 
porque en mis labios no hay falsedad. /R

     
  2. Y mis pies se mantuvieron firmes 
en los caminos señalados: 

    ¡mis pasos nunca se apartaron de tus huellas!
Yo te invoco,
    Dios mío, porque tú me respondes. /R

     
  3. Inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras.

    Protégeme como a la pupila de tus ojos; 

    escóndeme a la sombra de tus alas
Pero yo,
    por tu justicia, contemplaré tu rostro, 
y al despertar,
    me saciaré de tu presencia. /R


SEGUNDA LECTURA: 2 Tesalonicenses 2, 16 – 3, 5

El apóstol Pablo nos invita a vivir en fidelidad a la Palabra de Dios que se nos ha transmitido. El Señor se nos ha dado gratuitamente y su Amor es nuestro sostén ahora y después de esta vida. Un mensaje lleno de esperanza y que nos pone mirando, con paz, hacia el futuro.


ACLAMACION DEL EVANGELIO Ap 1:5y6

Aleluya, aleluya Jesucristo es el primogénito de entre los muertos; a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Aleluya.


EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS: Lucas 20, 27-38

En el relato evangélico se nos presenta cómo un día se acercan a Jesús unos saduceos (quienes no creían en la resurrección) con el fin de ridiculizar sus enseñanzas, y le proponen una cuestión de un hipotético caso. La respuesta de Jesús es clara: Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos.

 


TEMA: “Jesucristo es el primogénito de entre los muertos;
a Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos”

Para muchos de nuestros contemporáneos y contemporáneas, Dios no es ALGUIEN lleno de VIDA. “Creen en Dios”, pero como Alguien que “está fuera del mundo”; no es Dios fuente de vida.



 

Sin embargo, para los creyentes, Dios es -antes que nada- el AMIGO DE LA VIDA, el que pone alegría y esperanza en el fondo mismo de la existencia; Alguien que da sentido y plenitud a la vida. Así nos decía la primera lectura del domingo pasado y así recalca el evangelio de este domingo: “No es un Dios de muertos, sino de vivos”; esto es, es el Dios de los y las que creen, esperan y luchan por una vida siempre mejor, más plena.

 



Por eso, a Dios le encontramos siempre allí donde exista la vida, allí donde late el deseo de vivir; allí donde la humanidad lucha por ser más humana, más justa, más fraterna. Éste es el mensaje lleno de vida y de esperanza que la Comunidad Cristiana se atreve a proclamar y celebrar. Así, pues, es en medio de la vida donde los y las creyentes debemos descubrir a Dios como Alguien que la sostiene, la impulsa y nos llama a vivir y hacer vivir. Él es el DIOS de la VIDA.



 

Es posible que a veces los cristianos y las cristianas creamos en la eficacia de tantas cosas y medios, excepto la que Dios nos ofrece; nos apoyamos en todo, menos en su gracia y en su fuerza. Da la impresión de que no nos atrevemos a creer en un Dios cercano. Pero el auténtico creyente es aquél que cree que, por encima de todos los fracasos, un día nuestra historia alcanzará la plenitud, participando de la plenitud del mismo Dios.

 

¡Dichoso y dichosa quien acoge al DIOS de la VIDA, porque en él y en ella todo quedará iluminado, iluminada!