Nuestra Impresionante Identidad

 

 

San Francisco de Sales tenía un viejo maestro que luego que fue canónigo en Ginebra. Cuando murió, San Francisco celebro la Santa Misa por su alma. Al llegar al Padrenuestro se emocionó tanto que tuvo que hacer una pausa y enjugarse las lágrimas.

 

Al acabar la Misa, su director espiritual trato de consolarle. Pero San Francisco de Sales le dijo: - “No estoy triste por mi maestro. Su alma ya está con Dios. Lo que me emociono tanto al llegar al Padrenuestro, fue recordar que mi viejo y buen maestro me enseñó a rezarlo”.

 

 

******************************

Quien nos enseña a rezar el Padrenuestro nos hizo conocer la realidad más profunda y sublime de nuestra propia identidad de hijos de Dios.

“Ved que amor nos ha mostrado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios, y lo somos…por ahora no se ve lo que realmente somos. Cuando se vea, cuando se manifieste, seremos semejantes a Dios…” (I Jn 3,1-2)

Para disfrutar de la felicidad de Dios-finalidad de nuestra creación- tuvo que hacernos participar de su naturaleza, de su ser.

Ser cristiano no supone solo cambio de conducta. Es, ante todo, un cambio de ser. Un cambio interior que se manifiesta al exterior en la actitud y en la conducta.