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El Me Mira

 

 

Se cuenta en la vida del Cura de Ars, Francia; un episodio encantador:

Un buen hombre permanecía largas horas en la iglesia, inmóvil delante del sagrario. Un día el santo cura le pregunto:
-¿Que haces durante todo este tiempo?¿Que oraciones rezas?¿Que le dices al Señor?
El viejecito, sorprendido, respondió:
-No digo nada. No rezo ninguna oración. Yo le miro y El me mira.

 

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Vamos a la oración, casi siempre, tratando de descubrir que puedo y que debo hacer por Dios. NO está mal. Pero, muchas veces y previamente, necesitamos ver lo que El hace por mí. En pocas palabras: necesitamos mirar a Dios y sabernos y sentirnos mirados, amados y queridos por El.

Si ese convencimiento se va clavando en nuestras almas, bendita oración: ha dado un gran fruto.

El roce con el Sagrario nos mejora. 


 

 

 

 

 

 

 

 

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