“Señor, Tú Eres Mi Fortaleza”

 

 

Esta frase que hemos puesto por título, la hemos escuchado muchas veces e inclusive la hasta la hemos llegado a decir. Pero me pregunto y te pregunto:

¿Realmente hemos llegado a hacer vida esta frase?

Talvez una pequeña historia nos pueda servir de ilustración y punto de comparación:

Cuando el pequeño Tomás cumplió nueve años, su familia, los señores de Aquino, confiaron la educación del pequeño a los frailes de Monte Casino y desde esa corta edad Tomás pasó a vivir en el Monasterio.

Una noche se desató una impresionante tormenta. El monje que estaba a cargo del niño se acercó al dormitorio del pequeño, pensando que se encontraría muy asustado Con sorpresa descubrió que no estaba en su cama. Lo buscó por todo el convento, sin lograr dar con él. Después de mucho rato fue a la capilla y se encontró al pequeño Tomás fuertemente abrazado al Sagrario.

El fraile le preguntó:

¿Qué haces aquí?”

Y la respuesta del niño fue:

Tenía mucho miedo por la tormenta. Pero como Jesús calmaba las tempestades, me bien a estar con Él”

El Fraile simplemente sonrió emocionado.

Pero en Tomás de Aquino desde aquel día seguía creciendo el cariño y el deseo de estar cerca del Señor en la Eucaristía; y este deseo no lo abandonó nunca. Al final de su vida Tomás confesaba haber aprendido más de rodillas, delante del Sagrario, que en cualquier libro de Teología.

Hasta aquí la historia, pero no nuestra reflexión, porque es a partir de ella que podemos hacernos dos preguntas

  1. ¿Soy consciente que, Jesús por puro amor ha querido quedarse en la Eucaristía para ser mi consuelo y fortaleza?
  2. ¿En los momentos de dolor o dificultad, acudo a Jesús con la confianza y certeza de que escucha mi voz y está siempre dispuesto a darme su fuerza y su gracia?

 

I.S.