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Semana Santa 2024

El corazón es como ese pesebre humilde de Belén

Debemos ser muy consciente de ello y estar preparados para recibirlo. Bien sabe Él de nuestras debilidades: olvidos, indiferencias, egoísmos, afán de riquezas, envidias, odios… En el fondo, el corazón cada uno de nosotros es como ese pesebre humilde de Belén, con poco resguardo del frío, oscuro y quizá un poco húmedo. Pero Él está decidido a nacer, está decidido a aceptarnos como somos y a amarnos… No se deja nacer simplemente. Para eso ha venido y sigue viniendo.

 

¿Cómo es mi pesebre? ¿En qué establo se encuentra? Reflexionemos sobre mi entorno vital: familia, amigos…y enemigos, compañeros de trabajo… ¿Cómo son las comunidades cristianas en que espero la Navidad?

Es importante reflexionar, escuchar la Palabra. Los Dominicos no sólo somos predicadores, sino también contemplativos. Como vimos antes con Santo Domingo. Nuestras hermanas, desde sus conventos, son el paradigma de esta prioridad de la Orden de Predicadores. Ellas nos ayudan, y de qué manera, en nuestra misión de cada día. A ellas acudimos con la confianza que nos otorga su ejemplo de vida humilde y sencilla. Muchas veces les he pedido su oración en situaciones de dificultades y aridez. Ser laico y vivir en un mundo complicado y convulso, te hace vacilar y hasta caer. Las sé receptivas, cariñosas. Siento como su oración se hace mía y esto me devuelve la esperanza en Dios, en los hombres.

Volvamos a nuestro pesebre de Belén. Preparemos el corazón al Señor que viene…sin condiciones, sin prejuicios. Es verdad que le esperamos con ilusión y también con temor, pero también Él tiene sus esperanzas puestas en nosotros. De que yo le acoja con mi Sí va a depender mucho mi misión, mi propio ser cristiano. Él espera mucho de mí, de Ti.

Y, al mismo tiempo, me quiere dispuesto no sólo a darle mi calor, mi ternura, a cuidarlo en esos primeros momentos en que necesita de todo mi ser para vivir, como cualquier recién nacido…sino a compartir esos cuidados con mis hermanos los hombres: la compasión, la misericordia. La Compasión no es llorar por otro, sino llorar con otro, acompañarle, respetar sus silencios… Nuestro mundo necesita la verdadera compasión, una compasión activa, diligente, comprometida.

Y, en este Año Santo de la Misericordia, tendríamos los cristianos, los dominicos que mostrar verdaderas entrañas de misericordia como se dice en el Prefacio ante una humanidad que sigue esperando una Salvación palpable, confiable. El logotipo basado en la Parábola del Hijo Pródigo es bien elocuente. Tenemos que hacer visible, palpable que Dios camina con el hombre, como Padre, como Madre y que Él necesita de nosotros para ser sus brazos, para poner su corazón en nuestro corazón.

No nos podemos permitir no usar la misericordia. No podemos dejarnos llevar por el desánimo, por la decepción que nos producen los innumerables testimonios de hipocresía, odio, de envidias, de muerte…incluso en nombre de Dios, incluso por los que lo predicamos.
 

 

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